Por Karina Edith Di-Benedetto (*)
Show,
impaciencia, euforia y una larga espera caracterizaron al espectáculo. La gente
y la banda transformaron una noche en un momento sumamente memorable.
Viernes. Complejo Yapiré de Corrientes. La
previa del concierto se sintió desde la siesta. La larga fila que pasaba por al
lado de aquel descampado de la avenida Raúl Alfonsín reunió a cientos de
fanáticos del rock argentino. El objetivo era uno: Disfrutar de la histórica banda de Lanús, Babasónicos.
Sin embargo, durante toda esta semana hubo una
gran incógnita por el paro de colectivos. Entre la noche del jueves y la
madrugada del viernes no fue difícil hallar historias de Instagram con una
evidente preocupación. No solo por la situación, sino en cuanto a los precios
de los remises. Según la regulación actual, la mínima de estos es de 230 pesos
desde septiembre de 2022. Pese a todo, y para fortuna de muchos, el paro no se
extendió más de lo previsto.
En la fila para ingresar, los seguidores
destacaron que la banda de Adrián Dárgelos no pisaba la región desde 2017.
Mónica, una señora que presenció aquella noche en el Domo Centenario de
Resistencia, comentó que las entradas, rondaban los 500 y 700 pesos, según la
ubicación comprada. No es ninguna sorpresa que, años después, solo las
generales cuesten 4500 pesos por persona. ¿La inflación en su máxima expresión?
Posiblemente, sí.
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“Meli”, una joven de la cola, comentó: “Me
hubiese encantado que la banda vaya a mi ciudad en Formosa. Tuve la suerte de que hablé
con una amiga de Corrientes y ella le convenció a sus papás para que me quede
estos días. Además de la plata que recaudé paras las entradas, tuve que juntar
también para los gastos de comida y pasaje”. Añadió: “llegué esta mañana. Me
puse muy nerviosa porque mi colectivo se rompió y pensé que no iba a llegar”.
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La previa fue alegría y emoción de una gran
mayoría. Fotos, videos y abundantes selfies entre amigos fueron la postal de
aquel ingreso al complejo. Fue extraño, eso sí, aquel contraste con respecto a
la pandemia. No había casi barbijos, se compartían las bebidas directamente
desde el pico de las botellas y el distanciamiento social brilló por su
ausencia. El alcohol en gel, tan solicitado meses atrás, casi ni se olía.
En cola, que se veía interminable a 2 horas antes del show, estaban formados dos amigos de Corrientes. Uno de ellos con una remera negra de “Dopádromo, 1996”, un disco de la banda, encabezado por el tema “Zumba”. El otro joven portaba una camiseta del mismo color, aunque, entre risas, levantó su cabeza y dijo: “no conseguí la de Babasónicos y por eso traje esta de Copacabana”. A lo cual, su compañero, agregó que no se conseguían prendas de la agrupación ni siquiera en lugares especializados en el género musical. Y que, por eso, él se vio obligado a hacerse la suya con un particular.
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El recital reunió público de todas las edades, pero hubo una mayoría de jóvenes. Crédito: Karina Di-Benedetto. |
Poco menos de 22 minutos después, destacó entre
la gente Lyam, un joven con la bandera del último disco cocida a mano. Este
símbolo presenta similitudes con la de Argentina, solo que exhibe el rosa en
lugar del celeste, además de un logo con una luna y un tridente.
“Mi canción preferida es Vampi. Sentí que no era el único raro, todos somos raros. Mi amigo me acompañó para la fila porque también hay que aprender a vivir las experiencias solo”. Lyam, estudiante de 18 años.
De
la casi “tragedia” al éxito
Lucas, un joven de Concordia, Entre Ríos, se
percató de su mayor miedo: "Me quedé sin batería. Encima se me rompió el
cargador". Para su suerte, Mariana, una chica de su edad, se acercó al
desconsolado muchacho y le dio su cargador portátil. Lucas, más impactado por
Mariana que por el gesto, no logró hilar más de tres palabras seguidas. Solo
atinó a decir un tímido “gracias”, aunque con la cara roja como un tomate.
Luego de unos minutos, charlaron como si fuesen conocidos de toda la vida.
Ni
magia, ni escapismo: El arte de la reventa
Los revendedores, ni lentos ni perezosos, se
acercaban a la gente para ofrecer sus entradas. Los precios, como no podían ser
de otro modo, superaban por mucho el costo original. Entonces fue usual
escuchar respuestas como: "¿Sos joda? Sos un estafador de primera",
"¡eh!, no pue, mi hermano" y, entre carcajadas, "te doy mi riñón
como parte de pago". Lo curioso de todo fue que como por arte de magia,
estos vendedores desaparecían cuando los de seguridad se acercaban al lugar. Lo
que dejó una nube de dudas de la autenticidad de aquellos pases amarillo pastel.
humo y la risa
De un momento a otro, se hizo las 20.21 y el
personal de seguridad dijo: “ya se puede pasar”. La euforia de aquel instante
solo se podría comparar con algún partido de la Selección con Messi de titular.
Las sonrisas y lágrimas de los cientos de fans se hicieron notar. El sonido de
los pasos, las bocinas de los autos y el murmullo tomaron relevancia. Por lo
menos, hasta que uno de los encargados obligó a un grupo de estudiantes a
vaciar sus termolares. Sea alcohol o agua, las instrucciones, evidentemente,
eran no pasar por alto ningún detalle.
Pese a los controles, hubo personas que lograron
entrar con cigarrillos de marihuana. Una cortina de humo pronto se hizo
visible. Parecía que se tomaron literal la estrofa de “Risa”: “Vamos a fumar un porro ahí”. De la nada, pero por razones
evidentes, empezaron a reírse desaforadamente como unos locos e “irresponsables”. Poco a poco, el clima
se volvió una verdadera “trinchera”.
QR
o “Qué Raro, el sistema no me reconoce”
Una vez dentro del complejo, hubo que afrontar
una difícil prueba: Que el QR o Quick Response (del inglés y, supuestamente,
respuesta rápida) sea escaneado correctamente por el sistema. En muchas pasadas
solo se oyeron pitidos, seguidos por un brillante color rojo en las pantallas.
Para suerte de más de uno, pudieron pasar gracias a que se sumó otra persona
para activar los pases comprados de manera online por Full Ticket.
“Me asusté bastante que el sistema no reconocía mi entrada. Literalmente limpié la pantalla de mi celular más de una vez”. Nicolás, fan de 24 años.
Para el operativo de seguridad se dividió a las
personas según su sexo biológico. Mujeres a la izquierda y hombres, contra una
pared gris y rugosa, a la derecha. El cateo solo duró alrededor de 20 segundos
por persona y las preguntas frecuentes por parte del personal de control
fueron: “¿tenés algún encendedor, llave o algún material cortante?”. La
respuesta más cómica fue, posiblemente, la de una joven que llevaba entre sus
pertenencias un peine, el cual fue inmediatamente decomisado ante la sonrisa de
quienes pasaban a su lado.
De
empujones y tauromaquia: La batalla por un lugar privilegiado
Las personas que lograron superar al QR y al
chequeo no dudaron ni un segundo en correr hacia la barrera que daba
directamente con el escenario. La corrida fue tan impresionante que parecían
toros corriendo por Pamplona. Más de uno casi fue a parar directamente al
suelo. Rápidamente, la primera fila fue cubierta por 21 personas que apoyaron
sus brazos sobre el vallado, tratando, eso sí, de empujar a los de al lado suyo
con los codos extendidos.
Una
previa que pareció eterna
Eran las 21.02 y la banda de lanusense se hizo
de rogar. Mientras, la gente siguió llegando al predio de Yapiré como si de
hormigas al dulce se tratase. Arriba del escenario, ante la ausencia de los
artistas, un niño de no más de 10 años bailó de un lado a otro e imitó la
manera frenética de Uma Rodríguez de tocar su roja guitarra. Todo esto, con la
compañía de aplausos tras aplausos y gritos, felicitando su valentía.
Poco más de 15 minutos más tarde, iniciaron las
pruebas de sonido y de instrumentos, pues, es sabido que la banda es cuidadosa
con ese tipo de detalles. Los fans, que ya para ese entonces expresaban sus
ansias, gritaban y aplaudían ante los pequeños acordes de un joven de melena
marrón oscura. “Tocate una, maestro” y “¡dale, agarrá el micrófono, animate y
cantá! Fueron dos de las frases más gritadas por aquellos instantes. Las
pruebas de humo no fueron la excepción: gritos, gritos y más gritos sonaron por
todo el lugar.
Pasó 10 minutos de esto, y los seguidores de la
banda de Dárgelos se impacientaron hasta el punto que una chica le preguntó a
la camarógrafa: “¿falta mucho?”. Esta última, quien estaba casi en puntitas de
pie para llegar a la cámara, le respondió: “15 minutos, ya salen”. Pronto la
multitud se dio cuenta de que aquellos dichos eran, posiblemente, para
desligarse de cualquier responsabilidad y apaciguar a la bestia pequeña que se desarrollaba producto de la impaciencia.
Exactamente 1 minuto después de que se
cumplieron los 15 minutos prometidos, algunos fans desconcertados repitieron la
pregunta. Un hombre pelado, encargado de la seguridad, se acercó y con una
sonrisa casi pícara se tomó el tiempo, junto con la camarógrafa, de explicarle
a la gente lo que, según su entender, pasaba. El retraso tenía que ver con que
el puente estaba cortado por aquellos momentos. Y, por ende, muchos que habían
adquirido las entradas estaban momentáneamente varados del otro lado del
charco.
Todo pasó muy lento. Todos miraron sus celulares
y, con notorias muecas de dolor, se miraban entre sí para descargarse: “Me
duelen los pies”, “se me entumecieron las piernas”, “mis talones están re
hinchados” y “al final vine al pedo temprano”. En medio de todo esto, un joven
le dijo a otro: “Después de acá, vamos a un bar”. Obteniendo como contestación:
“No puedo, tengo que estudiar e ingreso a las 8”. Sí, exactamente, un joven
estaba en un recital pocas horas antes de rendir. Arriesgado es poco, pero la
pasión es la pasión y no puede negarse su fanatismo.
Por su lado, una pareja apostó por una hamburguesa
a quien más se aproximase al anhelado comienzo del espectáculo: “Si pasa del
horario que te dije, perdemos las dos. Vamos a preguntarle a esa chica la
hora”.
El tiempo transcurría sin que Babasónicos
entrase en la escena. Pero, por suerte, la gente empezó a cantar siguiendo la
corriente a un grupo de fanáticos: “Va a venir, no va a venir, no va a venir”
(Deléctrico). El “olé, olé, olé, Adri, Adri” se escuchó con fuerza. Inmediatamente,
gritaron: “Oh, oh, apretados, microdancing”.
Simultáneamente, dos chicas, ubicadas en
dirección a los parlantes del lado derecho del escenario, debatieron: “¿Con qué
canción pensás que van a abrir?”. Irresponsables y Bye Bye se hicieron
presentes en la conversación. Al otro lado, la
pregunta se replicó y hubo una danza de nombres de canciones que podrían
iniciar el show: Vampi, El Loco, Putita, Risa, Rubí, Anubis (del nuevo disco),
Los calientes y así sucesivamente hasta que fue dicha prácticamente toda la
discografía de la banda.
De repente y sin previo aviso, y aprovechando
que los parlantes estaban apagados, la gente que se ubicó del lado izquierdo
del escenario cantó: “Alabaré, alabaré, alabaré a mi Señor”. La repercusión fue
tal que las primeras filas formaban un auténtico coro. Luego de 45 segundos,
una notable explosión de risas se hizo presente. El ambiente fue otro: “Tan,
tan, tan”, sonó la barrera metálica. We Will Rock You (canción de Queen) empezó
a sonar de la mano de los asistentes, mientras que un atrevido, entre risas,
gritó: “De música ligera”.
“Esto es una locura. Amo a esta gente. No vine desde Goya para menos que esto”. Nadia, fanática de 17 años.
Explosión
en la trinchera
Después de una larga espera, en donde los pies
de los asistentes ya no daban para más, Babasónicos salió al escenario con un
Dárgelos encapuchado. Los gritos desaforados de los fans se hicieron notar. Las
luces blancas y azules destacaron con notoriedad a los artistas, quienes se
presentaron con prendas muy variadas: Desde camisas hasta ropas similares a las
del Sathya Sai Baba, aquella personalidad de India que se creía una encarnación
del mismísimo Dios.
La canción que destruyó el hielo fue “Bye Bye”. La gente se agolpó lo más que pudo a la barrera que los distanciaba del cantante canoso pero de movimientos seductores. Era una mezcla de los conocidos bailes de artistas como Axl Rose, vocalista de los Guns N’ Roses (en sus mejores años), o Elvis. La pantalla acompañó aquel momento, dando una belleza estética por los colores y el movimiento.
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Junto con la actuación de Dárgelos, quién más destacó fue Uma Rodríguez. Crédito: Karina Di-Benedetto. |
Julia, una veinteañera, fan de Adrián, comentó:
“Me emocioné mucho cuando empezó el recital porque, no solo termino la espera,
sino que también la canción con la que abrieron, me gusta muchísimo”. Agregó
que “me llamó la atención lo sensual que es Dárgelos, que no era algo que
esperaba de él, porque nunca lo vi en vivo. Además, siento que acaparó mucho mi
atención los efectos de pantalla”.
Gritos,
gritos y más gritos
Para las 10.43, la multitud ya estaba totalmente enloquecida. Fue tanta la locura que una joven gritó, por lo menos 4 veces: “¡Sex*!”, ante la risa desmesurada de quienes la rodeaban. “Te amo, Adrián”, “sos hermoso” y “por vos me cambio de sexualidad, Adrián” se escucharon ante el baile de Dárgelos quien se acercó una y otra vez al borde del escenario con poses fotogénicas. Llantos, gritos y hasta un “te miró a vos” se repitieron bastante luego de que el vocalista de Babasónicos levantó su remera, exhibiendo su cuerpo trabajado.
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El show fue
parte de la gira de la banda que incluyó ciudades como Tokio y Chicago. Crédito:
Karina Di-Benedetto. |
Para ese momento, más de uno se quedó sin
memoria. Lo curioso es que, por lo menos, las personas que estaban cerca,
contaban con celulares de más de 30 gigas de espacio. Incluso había gente que
expresaba la necesidad de ir al baño, lo cual le resultaba imposible no solo
por su deseo de escuchar a la banda, sino también por el mar de personas que
los distanciaba de este.
Mientras, Dárgelos le dio el privilegio a los
fans de escuchar por primera vez, en vivo: “Viento y marea”, “Capital Afectivo”
y “Vacío”. También oyó el pedido de sus fans y tocó “Risa”, lo que generó una
total explosión de euforia en la gente.
Las canciones más aclamadas fueron “Bye, Bye”
(2022), “Los calientes” (2001), “Putita” (2003), “Flora y Fauno” (2011), “Ingrediente”
(2018), “Mimos son mimos” (2022), “Paradoja” (2022), “La lanza” (2013), “La
pregunta” (2018), “Cretino” (2018), La izquierda de la noche (2022) y,
especialmente, “Irresponsables” (2003).
Con este show, Babasónicos demostró por qué, pese a los nuevos géneros como el trap, siguen vigentes tras casi 30 años. El rock aún está vivo y el NEA dijo presente…
(*) Karina es técnica en Administración y Gestión de las Organizaciones, estudiante de periodismo y referente en el portal Semaforizados.
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